jueves, 19 de febrero de 2015

Capítulo V - Almuerzo

Me quedé a solas en el estacionamiento, aburrida, esperando por Kenni, quién supuse era el grandote de los tres. Me apoyé contra una pared del estacionamiento de brazos cruzados con la mochila en mi espalda esperando por él, al cabo de un rato un auto un poco viejo apareció, este no era tan lujoso como el de Eliot, era más como aquellos autos tuneados que aparecían en las películas de barrios bajos. Dentro del vehículo podía escuchar algunas risas y música de rap. El auto estacionó ante mí y las puertas se abrieron, todas excepto las del conductor, intenté no mirar, no quería que pensaran que los estaba vigilando. Noté que unas mujeres salían de allí, algunas parecían prostitutas, una vez que las tres salieron de allí e ingresaron al edificio, el auto prendió y apagó las luces dos veces, miré el vehículo, algo confundida. Me quedé observándolo un rato hasta que volvió a hacerlo, miré al conductor, y allí estaba el corpulento, este hizo un movimiento de cabeza. Caminé hacia este y me subí al asiento de acompañante, ni bien cerré la puerta este comenzó a marchar de nuevo.


—¿A dónde vamos? —pregunté, pasaron dos calles y no había respondido nada —¿Tu eres Kenni? —silencio absoluto, la voz de algún rapero inundaba mis oídos con sus letras sobre la vida en la calle y el dinero de los proxenetas —¿Podrías responder alguna de mis preguntas? —dije molesta, no me agradaba que me ignorara.
Él movió la mano y tuve la esperanzas de que dijera algo pero en lugar de eso, subió el volumen de la música, haciendo que no pueda escuchar ni mis propios pensamientos, fruncí el ceño y me dediqué a mirar por la ventana, lentamente nos adentrábamos un poco más a la villa de la ciudad.
Llegamos a un vecindario donde cada persona parecía tener alguna razón para clavarte una daga en la pierna, daba escalofríos. El auto frenó frente a una casa y bajó del auto, lo busqué con la mirada y volvió a hacer ese gesto con la cabeza, un movimiento rápido hacia la izquierda con su mirada extraña, sus ojos eran oscuros, no tanto como su piel, su expresión era como si no le importase nada, me lo imaginaba con algún loco apuntándole con un arma y él diciendo “me va y me vine”, su expresión era inquietante.
Salí del auto con la mochila a mis espaldas y lo seguí por detrás, su espalda era bastante grande y me impedía ver mucho hacia dónde nos dirigíamos, solo sabía que durante el transcurso la gente lo iba saludando alegremente, aunque él no replicaba nada.
Paramos frente a la puerta de una casa donde un hombre lo saludó, este había sonreído con sus grandes dientes, noté que tenía uno dorado, ¿oro?
—¡Eh, eh, eh! ¿Y este renacuajo, quién es, Big Kenni? —cuestionó pasando de Kenni a mí con la mirada y de nuevo a él, este le miró con un gesto de “no importa” —Que no toque mis cosas, eh, o haré que tu renacuajo pague —respondió para luego mirarme amenazante y después sonrió ladeado —. Un poco de maquillaje para esta zorra y tendrás una linda rana en el estanque, eh, Big Kenni —comentó y sus amigos a su alrededor comenzaron a reírse y asentir.
Fruncí el ceño y lo maldije por lo bajo, provocando que este comenzara a reírse.
—Tu zorra tiene garras, eh, Big Kenni —rió y luego me tomó del buzo y estampó la espalda contra la pared, acercándose a mí de forma amenazante —, a mí no me hablas así, eh, renacuajo.
De repente el cuerpo del hombre pareció elevarse, miré con los ojos abiertos como platos como un solo brazo de Kenni lograban levantar al hombre, dejándolo a al menos veinte centímetros del piso.
—Basta —soltó y el hombre de repente se notó intimidado, Kenni lo soltó e ingresamos al lugar.
Una vez que la puerta se cerró detrás nuestro pude escuchar el ruido de la TV, estaban pasando un partido de básquetbol que tres hombres miraban emocionadamente, estos saludaron a Kenni energéticamente sin quitar los ojos de la pantalla.
—¡Eh, papá! —gritó el más grande de los tres —¡Big K está en casa!
Al cabo de unos segundos un hombre un poco viejo apareció con una sonrisa.
—¡Pero si es el grande! —este saludó a Kenni y luego posó su mirada en mí —Así que tienes una aprendiz nueva, eh, ¿le enseñarás el barrio? —el grandote asintió con la cabeza —Que bien, que bien —el hombre me miró como si le pareciera un chiste —. Pequeña blanquita, no vayas a perderte, eh —bromeó, o eso supuse —. Bueno, a lo que viniste, hijo —sonrió.
—La mochila —respondió Kenni mirándome, tardé unos segundos en comprender y me la quité de la espalda, el hombre me la arrebató de las manos y observó su contenido para luego sonreír, quitó dos fajos de billetes del bolsillo de su abrigo y se los entregó a Kenni.
—Un placer hacer negocios con ustedes, eh —le guiñó un ojo y nos marchamos de allí, cuando estuvimos nuevamente en el auto decidí abrir la boca.
—¿Qué había en la mochila? —silencio absoluto.
El auto arrancó y la música hip-hop reinó nuevamente, la ausencia de sonido que él provocaba no era estremecedora como la del Jefe, no obstante, tampoco era del todo cómoda, no del todo.
Luego de unas calles llegamos a un local de comida rápida, Kenni bajó del auto y con su movimiento de cabeza me indicó seguirlo, caminé a su lado, una vez dentro del lugar este caminó directo a la fila, teníamos frente a nosotros un hombre flacucho con una musculosa blanca algo sucia y cabello grasoso y frente a este una mujer bastante pasada de peso con un vestido, luego de que estos dos personajes hicieran sus pedidos, el chico que atendía el lugar saludó con una sonrisa a Kenni giñándole el ojo.
—¿Lo de siempre? —cuestionó y este otro asintió.
—Pon algunas papas extra y algo para ella —entonces me miró —, ¿qué quieres?
—Eh… —logré balbucear y me maldije por no haber logrado decir algo —No tengo dinero.
—No importa —respondió, ¿pagarían por mí? ¿O se añadiría a la cuenta de papá?
—No quiero nada… —mentí, por si las dudas.
El muchacho sonrió.
—Su orden estará pronto, esperen unos minutos y mi compañero les dará su comida —dijo.
Después de unos minutos recibimos tres bolsas de papel con comida en su interior, o eso supuse. Kenni caminó hacia una mesa y se sentó, esta estaba junto a la ventana y nos dejaba ver el estacionamiento, me coloqué frente a él, este revisó una bolsa y se la quedó y me pasó la otra.
—Yo no…
—Come —dijo —, no has comido en todo el día —agregó —. Come —repuso.
Tragué saliva y saqué la hamburguesa del paquete, sentía como la saliva se me caía al ver aquél pan caliente con esa carne repleta de grasa, me importaba un comino si aquello era sano o no, tenía tanta hambre que daba igual y además, ¿cuándo había sido la última vez que había podido comer algo así? Aquello me parecía un lujo.
Tenía una gaseosa para tomar, saborearla era simplemente maravilloso, aquella era la comida más asquerosa para algunos, quizás para que gente snob o estirada aquello era suicidio, pedirían una ensalada si es que siquiera se atrevían a entrar a un lugar como ese, pero no podía negarme tal comida, aunque no supiera de qué tipo de carne era aquella, sabía deliciosa, hasta que me enterara que era de gatos, con el hambre que tengo que sea de ratas si quieren.
Miré la otra bolsa por unos minutos hasta que un hombre –o mujer, no logré ver bien – pasó y cambio nuestra bolsa por una suya y se marchó del lugar, apenas pude reaccionar, miré a Kenni quién mantenía su mirada tranquila.
—¿Qué? —logré soltar.
—Termina tu comida —dijo como si él fuera mi tutor encargado –que lo era, más o menos – pero hablo en el otro sentido.
Él comía su hamburguesa –que parecía el doble de grande que la mía – con hambre como yo, finalmente terminamos nuestras carnes y gaseosas para salir de aquél lugar, subimos nuevamente al auto y el almuerzo había acabado, la música estaba en un volumen tranquilo esta vez, miré a Kenni esperando que me explicara lo que había acabado de suceder, la bolsa de papel que habían cambiado estaba frente a mí en el auto.
—Distribuidores —soltó finalmente —. Nosotros les vendemos mercadería a distribuidores quienes la venden al público —explicó.
—¿Aquél era un distribuidor? —cuestioné, él afirmó con la cabeza. ¿Era Greg un distribuidor?
El auto siguió avanzando, alejándose del lugar, luego de un recorrido por unas cuantas calles llegamos a lo que era mi edificio, mi hogar o algo así. Miré a Kenni, ¿acaso se había acabado el trabajo de hoy? ¿Si quiera había trabajado?
—Tu primer trabajo será esta noche —explicó —. Duerme, necesitarás energías más tarde.
—¿Qué tendré que hacer?
—Irás de cobradora.
—¿Qué? —repetí.
—Chase te dará más detalles. Adiós, chiqui —se despidió. Me quedé insatisfecha ante sus respuestas, pero no me sentía en confianza como para seguir preguntando, no quería provocar la gran masa de fuerza que era él, el apodo Big Kenni no era por nada.
Bajé del vehículo e ingresé al edificio, una vez que estuve en mi departamento cerré la puerta detrás de mí y caminé arrastrando los pies hasta mi cama donde me desplomé. Me quedé observando el techo por un rato, pensando. Intenté recopilar la información de lo último que había sucedido. Un grupo de mafiosos apareció en casa donde mi madre ya no estaba más porque se la habían llevado y me obligaron a trabajar para ellos por culpa de mi padre que había desaparecido, por lo visto – esta vez – para siempre y al día siguiente amanecí y vi una M16 frente a mí, subí a un helicóptero, ¡oh, lo olvidé! ¡También hablé con el capo de una mafia en su casino! Ay, ¿cómo olvidar algo así? Jamás creí que mi vida podría ser jodidamente interesante.
—Preferiría ser bibliotecario o historiador… Eso sería menos… perturbador —me susurré cerrando los ojos, de los tres hombres que había visto ese día había decidido que mi niñero favorito había sido Kenni.
De repente, abrí los ojos, se me había ocurrido una idea.
Me levanté de la cama, ellos no habían dicho nada de que no podría salir de allí, aunque sea por un ratito. Salí a la calle a hacer unas pequeñas compras, luego de salir de la tienda con una pequeña bolsa de plástico en manos decidí volver a dirigirme hacia el edificio cuando mi celular comenzó a vibrar.
Al mirarlo noté tener unas cuantas llamadas perdidas de Joe, sentí algo de culpa, sabía que él estaría algo molesto y preocupado. Atendí su llamado y así fue, comenzó con un comentario sarcástico.
—¡Al fin consigues tiempo para tu mejor amigo, eh! Lamento que tu agenda esté tan llena de cosas importantes —y luego continuó con su preocupación —. ¿Por qué no atendías, eh? Te llamé toda la maldita mañana, ¿acaso no escuchas el celular? —y luego lo importante —Habrá una pelea esta noche, tienes que venir a verme.
—No puedo, lo siento —dije mientras esquivaba a algunas personas por las calles.
—¡¿Qué?! ¿Cómo que no puedes?
—Lo siento, no puedo ir, tengo planes.
—¿Ah, sí? ¿Con quién? —cuestionó divertido.
—Agh, debo estar en casa, ya sabes, con mamá…
—Ah, cierto, ¿cómo está ella, por cierto…? —sentí como algo golpeaba mi pecho, no debería mentirle a Joe, eso lo sabía muy bien, pero no tenía idea de cómo explicarle mi situación por teléfono, tampoco sabría hacerlo en persona.
—Em, bien, bien, ya sabes… Como sea, debo cortar.
¡Eh, no! ¡Oye…!
—Lo siento, suerte con tu pelea, ¿sí?
Está bien, será en la fábrica esa abandonada… Esa cerca a nuestra primaria, la que cerraron cuando estábamos en cuarto… Eh…
—La que hacía muebles de madera o algo así, y fue en tercero —respondí sarcástica ante su buena memoria.
¡Ah, sí, cierto! ¿Por qué lo habían cerrado?
—Porque el dueño había manoseado a una empleada, creo… —escuché al imbécil comenzar a reírse.
El viejo Bob, ja… Como sea, si encuentras un momento te quiero allí, necesito a mi porrista personal —bromeó.

—Sí, claro, lo que tú digas, Joe. Lleva a Minnie, hablamos luego —me despedí, bajando el celular de mi oreja y continué la marcha hacia el edificio.

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